Afeitado del día: 05/12/2020
Pre: Ducha – Emulsión Myrsol
Brocha: Semogue SOC Mestura
Jabón: La Riviera Lodrino
Navaja: A Castrexa
Post: Loción Aqua Velva y bálsamo Lea
Siboney
Qué grandes recuerdos me trae esta canción, pero no precisamente de Cuba como sería de esperar sabiendo su origen sino de José, de su padre y de la boda de mi amigo, la boda más pantagruélica a la que asistí.
Creo que había más de 500 invitados, no sé una autentica burrada de gente, hubo comida, merienda y cena, y fue precisamente en el momento de la merienda donde el padre de José se puso a tocar la trompeta y bajo los acordes de Siboney hicieron su entrada en el salón una fila inmensa de camareros con unas bandejas en las que iban montañas de camarones y percebes recién cocidos.
Pero ¿Quién es José y quien es su padre? Comencemos por su padre, un hombre de los que se suele decir hecho a sí mismo, fue trompetista en varias orquestas de prestigio con las que recorrió España, Europa y América, pero llegado un tiempo decidido aposentarse y montar un restaurante que con el paso del tiempo se convirtió en de los mejores en Galicia en bodas y en eventos. La boda de su primogénito José, fue uno de los grandes hitos de su vida, ya digo había cantidad y cantidad de invitados, políticos, músicos, los mejores cocineros gallegos del momento, los de verdad, esos que consideran que un buen premio michelín son unas buenas lorzas en sus comensales.
José era su hijo mayor, mi compañero de piso durante dos años en Santiago de Compostela. Él estudiaba cocina y gestión hostelera, y era quien cocinaba en el piso, yo era su pinche y teníamos otro compañero que era el encargado de la limpieza.
Como comí yo esos dos años que viví con él, aquello no era el típico menú de un piso de estudiantes, si un día rape, otro día entrecot, otro día una merluza en salsa verde, lenguado, rodaballo etc, etc.
Lo mejor era el lunes cuando nos traía las sobras de las bodas del fin de semana, cigalas, centollos, nécoras, etc. Mítico fue una vez que suspendieron una boda en su restaurante, estuvimos la semana entere comiendo a cuerpo de rey. Qué vida más sufrida la nuestra.
Un lunes cuando estábamos comiendo llamó mi amigo Luis al portero automático y me dijo que, si podía bajar a tomar algo, le dije que subiese que estaba comiendo que después me iba tomar un café con él.
Cuando entró en la cocina y vio lo que estábamos comiendo se le caían los ojos.
Luis era amigo mío desde 5 de EGB, él estudiaba Filosofía, y no solo estudiaba, sino que también era un filósofo en potencia, en esa época le había dado por Shopenhauer, un pesimista como él.
Era un poco tacañete, le venía de su padre, y cuando nos invitaba a comer a su casa nadie quería ir pues el menú siempre era el mismo, espaguetis viudos, los llamábamos así pues los ponía solo con salsa de tomate. Él vivía en el otro extremo de la ciudad, pero ese día pasaba por allí y decidió visitarme.
Mi amigo estaba babeando viendo como comíamos, y José le dijo que si quería comer cogiese un plato y se sentase a la mesa, y así hizo, como disfruto el condenado.
El lunes siguiente a las dos de la tarde que era la hora a que habitualmente comíamos volvió llamar Luis, subió de nuevo a nuestro piso, y de nuevo se puso a comer con nosotros, ese día ya noté una mirada de José que me lo decía todo.
Al lunes siguiente nos sentamos de nuevo a comer, y de nuevo sonó el telefonillo, que don de la oportunidad había adquirido mi amigo Luís, él que era tan tímido, tan reservado, tan callado.
De nuevo se sentó a la mesa con nosotros y José le pregunto si le gustaban los pimientos de Padrón, él dijo que sí, pero que no se molestase que comía lo que hubiese, José le dijo que no era molestia ninguna que en un plis plas los freía.
Le puso los pimientos para acompañar a las chuletas que estábamos comiendo, Luís comenzó a comer los pimientos y al rato se empezó a poner colorado, a sudar, se bebió un vaso de agua de una tacada, se comió toda la miga del pan que le habíamos puesto, que quería más agua, que si teníamos una cerveza, decía que no sentía la lengua, que le ardía la boca, el hombre no aguanto más se fue al cuarto de baño y después se marchó rápidamente.
Mire para José y le pregunte que había pasado, resulta que entre los pimientos de Padrón había camuflado unos chiles jalapeños verdes, que había traído de México donde había estado trabajando durante el verano.
Pobre Luis, después nos enteramos que tuvo que ir por Urgencias al Hospital pues no sabíamos que era alérgico al picante. Lo paso mal el hombre, pero así fue como aplicó sus conocimientos filosóficos y cambio la famosa frase de solo sé que no se nada, por la de, solo sé que a las dos de la tarde a la casa de @Xavieiro no se llama. Por cierto, esa famosa frase ¿Es de Sócrates o es de Platón?
Fuese una frase de uno u otro filosofo solo sé que, si ellos hubiesen probado un jabón como el que he usado yo hoy, La Riviera dirían:
Solo sé que este @Lodrino va dar mucho que hablar.
Qué maravilla de jabón, que potencia aromática tiene, que bien huele, y que presentación, no solo por la jabonera hecha en Talavera de la Reina sino lo bien envuelto y empaquetado que venía con su sello de lacre y todo.
Está claro que en él se refleja la personalidad de su creador, los que hemos tratado a lo largo de este tiempo con Francesco sabemos de su elegancia, su educación, su clase y su perseverancia y eso lo ha transmitido a este jabón, un jabón que te transporta al Mediterráneo, a la Riviera del Fiori, a la Liguria, a la tierra de su creador.