Este pasado verano encontré esta pequeña joya en la que fue la casa del abuelo de mi mujer, en San Sebastián. Una Ferdinand Herberz “El plumero”. La pobre llevaba décadas abandonada en el cajón de un cuarto de baño, acumulando polvo y óxido, pero todavía con la hoja entera y ganas de volver a la vida.
Hace unas semanas decidí por fin ponerla en las manos del maestro @Joaquin. Y esto es lo que me ha devuelto.
Mi torpeza con el móvil no hace justicia al extraordinario trabajo de Joaquín, que ha restaurado la navaja respetando su sabor añejo y antañón, pero dejándola con un aspecto poderoso y flamante. Hoy la he estrenado y afeita como los ángeles.
Una gran navaja que, por calidad y por el valor sentimental que tiene para mí, pasa a ser la estrella de mi modesta colección, y que estoy seguro me va a dar afeitados muy placenteros durante muchos años.
Joaquín, repito aquí lo que te he dicho por privado: muchas gracias por el resultado, pero sobre todo por el gusto exquisito, respeto por la personalidad de la navaja, atención al detalle y saber hacer. No me canso de mirar la navaja.
Alguna que otra vez le he preguntado a mi madre si mi abuelo dejó alguna navaja, pero no tiene ni idea.
Como mola eso de devolver a la vida una navaja o maquinilla.
Una navaja con mucha vida por delante
Joaquín le ha pasada algo más que El Plumero.
No me extraña que ahora sea una tus preferidas parece uno de esos coches con 20.000 kms que venden los concesionarios que sólo los han usado los directivos.
Enhorabuena
El restaurar o el usar esas piezas que usaban nuestros padres y nuestros abuelos es una gran satisfacción.
Tanto en este mundo del afeitado como en otros hobbies como puedan ser los relojes se convierte en estas piezas familiares un legado que hay que conservar disfrutar y transmitir a los que vengan.
por cierto la navaja en la restauración me producen una envidia tremenda se ve estupenda esa navaja.