Leí “La Ilíada” y luego “La Odisea”, los dos poemas épicos atribuidos a Homero (si es que existió este señor), el año pasado. Luego comencé a leer “La Eneida” de Virgilio, pero el empacho fue tal que me quedaba roque y me planté a media historia (ya la retomaré, ya) Leí las dos obras en la edición de la colección “Austral Singular”, de la editorial Austral de toda la vida, cuya traducción es en prosa y no verso, de más fácil comprensión para catetos como yo.
La Ilíada narra lo ocurrido durante un breve periodo, de tan solo unos días, tras nueve años de asedio de la ciudad de Troya por parte de los griegos, entonces llamados “aqueos”, “danaos” o “argivos”, todo menos “griegos”. Los Dioses del Olimpo tienen un problema existencial, como son inmortales se aburren como una ostra y se ponen de parte de unos u otros porque les entretiene ver como luchan griegos y troyanos, como si tuviesen una pecera en casa, y a veces incluso intervienen personalmente. Las rivalidades entre dioses y diosas es muy divertida, además es una familia endogámica y se casan entre hermanos, o seducen a sus propias sobrinas, es decir, unos guarros.
La Odisea narra el retorno de Odiseo (Ulises), uno de los héroes griegos, a su isla natal, Itaca. Las cosas se complican desde el minuto cero y se tira diez años hasta llegar a casa, y cuando por fin lo consigue se encuentra un marronazo que acaba como "La matanza de Texas”.
Lo curioso de estas obras, al margen de su influencia en la cultura helénica y europea, es que Homero en el siglo ocho antes de Cristo te está narrando un mito que supuestamente tuvo lugar siete siglos antes (creo que lo digo bien), durante el llamado “periodo micénico”, a finales de la edad de bronce, como si me pongo hoy a hablar de la peste negra que azotó Europa en el siglo XIV. Por lo visto comete unos errores de bulto, como afirmar que los cadáveres de los aqueos se incineraban, cuando por lo visto por aquel entonces se enterraban, literalmente “lo contaba de oídas”. Homero era un “aedo” que había memorizado la historia y la contaba en fiestas y cerebraciones para divertimento de las gentes, pero entonces se inventó la escritura con vocales y consonantes y se puso por primera vez por escrito. La Ilíada es un poco gore, porque entonces la gente se mataba a lanzadas, espadazos y pedradas, y Homero es muy explícito (del tipo “el frío bronce entró por su nuca y salió por su boca, rebanándole la lengua, y cayó de bruces al suelo con gran estrépito”) pero tal vez un poco tocho, la Odisea es de más fácil lectura.
Leí los dos libros con el tablet a mano, no paraba de hacer búsquedas en la Wikipedia a medida que avanzaba (“¿Diomedes, quien es este payo?”) y mi botella de Jameson, la verdad es que disfruté como un enano. Luego encontré en YouTube los vídeos de la Juana y flipé. Y efectivamente, después de leer estas dos obras ves Homero hasta en la sopa.
Bueno, perdón por el rollo.
PD: Para ligar en la piscina es genial: “¿Estás leyendo la Odisea? Pues sí verás, por cierto jovencilla ¿tienes novio? No, estoy separada, ji ji”