Acabo de leer esta reseña y me ha faltado poco para levantarme y aplaudir, tremenda fantasía!
Joanet05/03/25 02:55
Esto no es un perfume, es un manifiesto. Uno que empieza gritándote desde el frasco que tiene “siete ingredientes”. Como si fuera una receta de Ferran Adrià y no una fragancia que se te cuela por el cuello de la camisa y te exige leer a Cernuda antes de las ocho. Loewe 7 huele a ambición, a trascendencia, a tipo que se compra una estilográfica cara y no escribe más que su nombre.
Lo pulverizas y la manzana verde con pimienta te abofetea con la energía de un seminarista que ha leído a Kierkegaard y quiere discutir contigo sobre el sentido del dolor humano mientras te cobra el café. Luego llega el incienso. Y no el de misa pobre, no. Incienso elegante, oscuro, con pretensiones. Este es el aroma de un templo zen minimalista con mármol italiano y fondos de inversión.
Después, las maderas se van desplegando con esa gravedad que solo tienen los perfumes que se creen mejores que tú. Vetiver, neroli, cedro. Todo serio. Todo masculino. Todo con una densidad emocional que haría llorar a un leñador. Llevar Loewe 7 es como ir al trabajo en capa y espada: nadie te lo ha pedido, pero por Dios, qué bien sienta.
¿Es fácil? No. ¿Gusta a todo el mundo? En absoluto. ¿Se parece a algo? Sí: al profesor de literatura que tenías en el instituto y que probablemente vivía solo, rodeado de libros, sarcasmo y alguna botella de Laphroaig. Un tipo difícil, pero que marcaba.
Porque Loewe 7 no es el perfume que usas para gustar. Es el que usas cuando ya has decidido que gustar no es lo importante.
Y, al final del día, cuando el incienso se queda flotando como la estela de un poema maldito, uno se reconcilia con él. Porque hay algo noble en querer oler a algo más que a detergente caro. Algo profundamente humano en buscar, aunque sea con un frasco, un lugar entre los hombres que no se conforman.
Un perfume que no acaricia, pero que abraza. Con fuerza. Como un recuerdo difícil. Como la memoria de un amor que dolió y que, por eso mismo, merece quedarse.