Y este fin de semana celebrando el cumpleaños de mi mujer:
Fuimos a un restaurante nuevo en Lugo: El Lado. Sirven dos menús degustación de 6 y 9 pases a un precio asequible (35€ y 45€). Nosotros nos decantamos por el corto que constaba de:
Entrante: milhojas de mantequilla y pimentón de la vera. Delicioso. Para comer de un bocado.
Primer entrante: Ensalada cítrica de mejillones con codium. Estaba bueno. Fresco.
Segundo entrante: Canelón negro de choco con su bechamel. Estaba muy rico.
Pescado: Merluza con salsa meunière y verdura de temporada (crujiente de berza). Rica.
Carne: Carrillera de ternera, castaña. El más flojo. Partiendo de que la carrillera no es mi corte favorito, la salsa adolecía de un exceso de cacao que invadía completamente el sabor del plato. Con un poco más de sal ganaría mucho, en mi opinión, y así se lo hice saber al camarero cuando preguntó. Mi mujer no come carne y en la reserva telefónica nos comentaron que no había problema, pondrían dos pescados. Pero nuestra sorpresa fue ver que era la merluza “repetida”. Una carta muy escasa y un detalle a mejorar, evidentemente.
Postre: Calabaza, especias y caramelo salado. El toque salado del caramelo (muy bueno) le faltaba al chocolate del plato anterior.
Petit four: bica de Trivés y nube de fresa. No saqué foto pero nada del otro mundo.
Un café muy bueno y una infusón normalísima (otro detalle a mejorar).
4 copas de vino: tres godellos y un tinto Rías Baixas que me sorprendió para bien, Goliardo tinto.
Todo por 87 €.
Es que centollos o centollas de O Grove son inigualables, son los mejores del mundo y esos se ven cargaditos, tienen mucho caldo.
Por algo el pulpo de la Ría, el pulpo gallego es el mejor del mundo pues se alimenta de los centollos.
Aquellos brevajes ácidos a los que haces referencia siempre los hubo en casa de mi abuela. Un blanco ácido y un Barrantes que yo joven todavía, bebía con Pitusa. Buenos recuerdos sentado a la mesa con caldo para un regimiento y carne para todo el pueblo y parte de el de al lado.
Así es. Recuerdo cuando siendo crío acompaba a mi padre a casa de todos los vecinos del pueblo para mallar y después aguardiente para los mayores y refrescos para los chavales.
Algún cigarro se escapaba a escondidas.
Así es. El vino estaba muy rico (mi conocimiento no da para más ) y acompañó perfectamente a la fabada y a una pequeña degustación de callos que se movieron y no salieron en la foto.
Hace ya unos cuantos años, andaba por Valencia. Como persona del sur que soy, siempre había asociado la horchata a una bebida fría, propia para calmar la sed en verano.
Unos amigos me llevan a Alboraya y me piden una horchata “caliente” y, no contentos con eso, me la acompañan de un “bizcocho”. Os podéis figurar la cara que, en mi ignorancia, se me quedó.
Pues bien, cuando probé aquella horchata y aquel “fartón” todos mis esquemas cambiaron y desde entonces, cada que vez que voy por esa tierra, nunca faltan en una de mis salidas, a veces acompañadas de personas que se quedan tan extrañadas y tan sorprendidas como me quedé yo.
No es que estuviese hirviendo , de ahí que haya puesto lo de caliente entre comillas.
Pero no estaba fría, digamos que templada. Por eso la sorpresa: esperas algo helado y…
Con todo, la horchata es una bebida excelente: hidrata, pocas calorías… Casi como la cerveza (es broma)