Todo el mundo habla en nombre de “el mercado” que que yo sepa no tiene voz, y cada traductor de ese ente mudo que es el mercado hace la interpretación que a él le conviene.
Estamos de acuerdo: la publicidad y el marketing es una lacra que vende sin duda, por lo que también habría que considerar muy seriamente hasta dónde llega lo permisible en el mundo del marketing.
Está más que demostrado que la “autoregulación” no existe y aquí cada uno hace lo que sea para vender más, mientras no haya una regulación que le limite.
La ética no existe en el famoso “mercado” y como dejemos las cosas a la ética mal vamos (y efectifamente: mal vamos, cada vez peor).
Todo “superempresario” presume de mucha ética, pero esa ética se desvanece rápidamente cuando huele un par de milloncetes de ganancia delante de las narices, y si alguno tiene algún punto de locura y le entran los escrúpulos, otros aparecen sin tanto escrúpulo que le ventilan esas ganacias.
Por ello queda claro la importancia de poner límites a tdo y regular ése mercado (ni libre, ni ético y autoregulado como nos quieren vender los que se benefician de que los dejen a su aire).
Para eso están nuestros políticos supuestamente, pero el problema es que comen de la mano de los poderosos cuyos intereses son contrapuestos a los del ciudadano de a pie.
Y para colmo cada vez tienen menos poder, limitados por una serie de poderes fácticos que los ciudadanos no pueden controlar, sea fondo monetario internacional, banco mundial, “Europa”, etc. etc.
Siempre hay algún organismo a quien echar la culpa de tener las manos atadas.
Qué complicado se está volviendo todo y cuanto más “global” sea y más se le pueda echar la culpa de que las cosas van mal a organismos externos, más difícil será controlar y regular las relaciones de mercado.
Por eso el mercado global ha sido un completo fracaso, desde el punto de vista de los intereses generales, pero un rotundo éxito para unos pocos.