Bueno, pues hasta hoy ha llegado el Feno de Portugal. No mucho: 15 duchas con sus respectivos lavados de pelo, lo que lo convierte en el menos longevo de los que he usado hasta ahora (5 usos menos que el Patty, de igual peso, 90 gramos).
Por otro lado, me alegro de que haya sido así: no pienso repetir. Y no por sus propiedades, ya que hace una espuma excelente, densa y cremosa, y deja la piel estupendamente. Pero el aroma…ay el aroma. No es precisamente de mi agrado. Así como en seco me resulta muy agradable, en mojado cambia bastante. Y no digo que sea malo. Simplemente que no me agrada.
Aunque sea la “copia portuguesa” del Heno de Pravia, los olores no tienen nada que ver.
Y ahora vamos a por:
Otro pedazo de clásico del que ya se han alabado sus virtudes sobradamente aquí mismo. Un jabón cuyos orígenes también se remontan a los años 20 del pasado siglo, con un aroma delicioso a “eucalipto, especias, naranja y lavanda”.
Y hablando de su aroma, momento “lapidación” (vayan preparando sus piedras, señores): al abrir el envoltorio, me dije “este olor me recuerda a algo…”. Tras un buen rato cavilando, me fui directamente a la estantería de jabones, abrí uno de ellos, y ¡tachán! Ahí estaba el olor: el del Tabac de afeitar.
No digo que huelan igual, pero que comparten la misma base, desde luego. El Chipre Imperial tiene un toque más floral o fresco, no sé cómo definirlo. Pero la base me resultaba muy parecida.
Así que me fui a ver la composición, y ambos comparten geraniol, coumarin, linalool,eugenol, limonele, y citronellol. Lo mismo me estoy columpiando y son ingredientes muy comunes en todos los jabones (me consta que el geraniol y el citronellol lo son).
La pastilla, de 125 gramos, me costó 2.05 euros. A ver qué tal se porta…