Hola, familia virtual:
Estas últimas semanas estoy disfrutando de más tiempo libre del que acostumbro, y aprovecho, entre otras cosas, para realizar o terminar tareas pendientes. Aquí un ejemplo de lo último.
Llevaba tiempo con ganas de realizar una brocha para mí, y lo único que tenía claro es que la quería poliédrica e irregular, evocando las formas que ya de renacuajo me fascinaban cuando admiraba la colección de minerales de mi tío. O después cuando, buscando fósiles, me hacía más ilusión encontrar un simple cristal de calcita. O más tarde cuando paraba la cinta de Superman en las escenas donde aparecía la Kryptonita. O… Bueno, toda mi vida.
Como muchos ya sabéis, ese gusto se ha visto reflejado con frecuencia en este apartado de manualidades. Y, al comenzar a hacer brochas, la forma “Pomo” nació de conjugar mi necesidad de artistas y planos definidos con una ergonomía polivalente y generalista. Estoy especialmente orgulloso de ese diseño, que (aunque habrá más) me acompañará a buen seguro hasta que termine esta fase “afeitaril”.
Pero, repito, esta brocha iba a ser para mí. Me podía permitir el lujo de ser radical, adaptar únicamente a mi mano y gustos.
La forma estaba tan clara en mi cabeza que no necesité boceto previo. Un par de tacos de pino y empezamos con las pruebas.
Sorprendentemente, respetando la base octogonal que elegí para las “Pomo”, y dejando una “cintura” ancha en la brocha, casi cualquier diseño me resultaba cómodo. Así que la idea inicial creció en tamaño, ya que así sería más espectacular a la vista mientras seguía cómoda en mano.
Algo grande, anguloso… Faltaba decidir material. Resina acrílica, of course. ¿Color? True Blood.
Así que nos ponemos a ello. Comenzamos a perfilar. Cumple con todo, pero, quizás por las altas expectativas, no me emociona como esperaba.
Entonces se me ocurre. Latón. Algo dorado, brillante, más allá del propio logo. Algo que haga que esta bestia dormida cobre vida.
Nuevo pedido a un comercio de confianza. Aleación específica para mecanizar, en este caso no voy a fundir. Madre mía cómo han subido de precio los metales con cobre.
Ahora sí . Conforma una imagen adictiva para mí.
Y allí quedó. Inacabada, distinta, sin brillo, sin pelo… Pero de porte grandioso y con la nobleza, aún discreta, inherente al metal. Compartiendo vitrina con piezas a las que, una a una, veía partir. Pasan los meses. Me observa. Reclama atención. Le dedico ratos libres en días sueltos… Cada paso de lija la vuelve un poco brillante… Y más vibrante.
Sigue llamándome tras el cristal. La sostengo mientras la imagino terminada. Percibo su cambio, sesión de lija tras sesión de lija. Lo que inicialmente sentía como un monstruo incandescente, un diablo cristalizado y emergido de las entrañas de la tierra… Va tornándose en una gema. Infernal, quizás, pero una gema.
Sensaciones enfrentadas…
¿Bella o bestia?
Feliz idea el añadir esta pieza de latón facetado, realza todos y cada uno de los atributos de la fantástica resina Kirinite True Blood.
Nos invita también a trabajar de otra manera, empleando limas y otros utensilios propios de joyería, que requiero de manera ocasional. Es un cambio de chip que agradezco.
Y ahora un detalle friki friki sólo para los muy cafeteros pero me consta que hay quien agradecerá la información.
La norma en estos trabajos angulosos, lija hasta grano 5000 y tras ello pulido con mini disco borreguillo. Cara a cara. Cuando terminé la parte inferior, me recreé en aquellos bordes tan vivos. Tenía que haberlos fotografiado. Pero vivos… Demasiado vivos. Incluso para mis callosas manos.
Pensé… “Bueno, pues eso que ahorro.En el resto de la brocha meto disco de algodón de 10 cm. , con ello mataré la arista y ganaré tiempo”. Y así fue, pero también perdieron planitud las caras. De manera casi imperceptible, pero suficiente.
Rabia y resignación. Pues nada, volveremos a repasar los dieciocho lados, desde 280 será suficiente, a razón de dos granos por día casi siempre. Al final, con un taco de lija 1200 matamos las artistas, y pulimos con borreguillo. Lento pero seguro.
Así llegamos a este nivel de planitud, que consigue reflejar en la brocha sin apenas distorsión tanto un árbol situado a unos treinta metros como, si ampliamos, las primeras gotas de lluvia en la ventana.
Y ya por último, para quitaros ese desenfocado recuerdo de la retina , se despide la ¿bella? ¿bestia?
Como siempre, esperando haberos alegrado la vista fugazmente, me despido dando las gracias por vuestra atención.
Fuerte abrazo a todos!!