Domingo truchero.
Al merendero al que fui comer hoy hay que ir sin escrúpulos, esta tal cual se abrió allá por la postguerra, era una taberna frecuentada por uno de los maquis más famosos de Galicia, Foucellas y debe de estar igual que como él lo conoció.
Ahí solo se va a comer truchas, puedes elegir como entrante una tortilla de patatas o zorza, o si te apetece las dos cosas, nosotros siempre elegimos zorza.
Por cierto el vino es mencia, de pipo, de barril, riquisimo y muy fresco. No se os ocurra pedir un Rioja o similar pues la dueña os echa del local, como dice ella allí se va beber viño do bo, non porcalladas.
Y como digo allí solo se come truchas, antes eran de río ahora son de piscifactoría pero saben a Gloria Divina, para algo la dueña del negocio y cocinera es nieta de un cura.
Como una docena de truchas no llega a nada, vamos a por la segunda, además que te van cobrar igual comas una docena que comas dos docenas.
Peces pequeñitos, pues en el caso de las truchas si gracias pues las pequeñitas son las mas sabrosas, yo me las como enteras incluyendo las cabezas.
Este es mi tamaño ideal, para comer con las manos, como Dios manda, nada de cuchillo y tenedor.
De postre queso de Arzúa con membrillo.
Y ya con el estomago lleno y saciado, rematamos la faena con un café de pota o pucheiro con unas gotas de ribeira, pirrela o garnacha, para “bendecir” el café.
Con esos nombres es como llamamos en mi tierra al aguardiente, eso si, así como el vino es bueno el aguardiente es malo con ganas, ideal para usar como hidroalcohol, lo echas en las mano y el virus escapa volando.
No se os ocurra pedirle orujo pues de aquella si que vais a conocer el genio de la vieja, que por cierto es una autentica crack,
Por cierto, la mesa hay que dejarla lo más sucia posible, como lo he hecho yo, para que haga juego con el local.
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