Sucesos Paranormales - Espacio Oscuro

A lo que voy a contar, le llamo la más remota casualidad de mi vida. Quiero decir que soy muy racional, ignóstico y no creo en la vida tras la vida, a pesar de lo que voy a contar; lo que sí creo, es que hay muchas cosas que no tienen explicación aún, y que las asimilamos a sucesos paranormales.
Mi abuelo falleció en 2008, fue un referente para toda la familia, es más, era el elemento que nos unía a todos, y su pérdida fue un golpe muy, muy duro. En 2012 fui con mi mujer de vacaciones a Levante, donde ella tiene una amiga de su infancia. Aprovechamos para ir a visitarla una mañana, para lo cual tuvimos que acercarnos a Santa Pola y nos contó que en la zona conocía una arrocería donde comer bien, de modo que fuimos a degustar un arroz en un lugar que era una gran terraza al aire libre, muy agradable. En un momento dado, mientras comía, vi a una familia haciendo lo mismo en una terraza del piso de un edificio que tenía enfrente; entre ellos, un poco ajeno a su actividad, vi a alguien que, desde la lejanía, era muy, muy parecido a mi abuelo. En realidad, lo que me trajo aquello fueron recuerdos, cierta pena y mucho cariño por lo que había vivido junto a él durante muchos años, de ninguna manera pensé que estaba viendo algo que no fuera un parecido razonable que me había traído a la memoria a una persona tan importante para mí. Por la tarde se lo comenté a mi mujer como una anécdota más.
Pasan los años y mis padres, sin decir nada, deciden comprar una segunda residencia, buscando en Málaga, Almería, Murcia, Alicante, Castellón, Valencia… Un día, cinco años después de la comida que he contado, me llaman y me dicen: hemos comprado una casa en Alicante, en concreto en Santa Pola. Yo sólo había estado allí aquella vez que fui a comer, y nunca les comenté absolutamente nada al respecto sobre la anécdota; el caso es que, unos meses después, mi mujer y yo decidimos visitarlos; nos enseñaron la casa, comimos en el Batiste y nos acordamos de la amiga de mi mujer, a la que llamamos y visitó por la tarde la casa de mis padres. Desde la casa estábamos viendo las vistas con ella, por su altura se ve el Parque Natural de las Salinas de Santa Pola y casi treinta kilómetros a la redonda sin que tengas barreras arquitectónicas a tu nivel. En un momento dado, la amiga de mi mujer señala una gran terraza vacía a pie de nuestro edificio, y dice: ¿Os acordáis? Lo cerraron, pero aquí comimos arroz hace unos años. Yo no lo había relacionado de ninguna manera, pero mis padres habían comprado el piso en el edificio en el que había visto a alguien tan parecido a mi abuelo mientras comía arroz unos años antes.

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El otoño llegaba ya a su fin cuando avisté por primera vez el acuartelamiento donde prestaría servicio durante los próximos 36 meses. A través del vallado, podíamos observar el aspecto deprimente del arbolado, descuidado y de hojas marchitas. Decadente. Como las edificaciones que se dejaban entrever entre los huecos que la raleante vegetación revelaba desde el espacio lindante al vallado.
Pero entre todas las edificaciones, habían unas en concreto que no se por que razón me causaban una cierta desazón. A intervalos regulares, podíamos ver pequeñas casamatas de dos pisos, construidas en un feo hormigón gris. En su planta superior se veían como pequeños ventanales sin cristales, desde donde se podia vigilar su zona de influencia. Estás edificaciones se repartían de forma regular en el perímetro vallado, y por lo que se podia observar, también en el interior del cuartel, planeando de forma ominosa sobre las areas de interés: explanada de vehículos, armero y polvorín del cuartel etc. Algunas de ellas, aun conservaban restos de una pintura que pretendía servir de camuflaje, para confundirse al ser observadas desde el exterior. En general, su aspecto ajado y descuidado, permitían intuir que llevaban fuera de servicio un número ya notable de años.
Las semanas pasaron deprisa. El invierno llegó rápido, con su cierzo frio, que acuchillaba sin piedad nuestras carnes si osábamos exponernos sin ropa de abrigo. El acuartelamiento tenia un tamaño considerable, dado que daba “cobijo” a una brigada completa de caballería, incluyendo un regimiento de artillería ligera, y un batallón de ingenieros; con sus blindados y vehículos de transporte tanto ligero como pesados. Todos estos vehículos, dormitaban como dinosaurios en un recinto que llamábamos “la explanada”, al que se accedía desde una puerta que estaba custodiada día y noche por un soldado al que llamábamos “el punto”, y cuyas órdenes básicas eran vigilar y controlar el acceso a la explanada, y no abandonar su puesto bajo ninguna circunstancia. En el resto del cuartel, la vigilancia estaba a manos de parejas de soldados armados que cubrían zonas de patrulla especificas, y que de forma regular debían hacer contacto de novedades desde zonas que se especificaban en el plan de guardia.
Desde el primer día, los mandos fueron claros y contundentes: evitar a toda costa entrar o guarecerse en el interior de “las casamatas” sin ordenes expresas del oficial de guardia. La explicación que dieron era que debido a las bajas temperaturas, el interior de las edificaciones se convertían en congeladores donde un soldado poco equipado podia sufrir hipotermia severa si permanecía durante demasiado tiempo. La segunda consigna que recibimos fué que no diésemos crédito a los rumores y leyendas que circulaban por el cuartel en referencia a los edificios de marras.
La verdad es que a esas alturas, los veteranos del cuartel ya nos habían puesto al día de las leyendas que rodeaban a las edificaciones abandonadas: estas edificaciones estaban destinadas a la guardia y custodia del cuartel y de sus zonas estratégicas. Desde su interior, un soldado armado vigilaban su zona influencia durante el día. Dotación que se duplicaba al caer la noche o que llegaba a tres, un cabo y dos soldados, durante las alertas. Pero al final estas edificaciones quedaron en desuso y sus entradas fueron cegadas debido a creciente numero de soldados que encontraban la muerte en su interior, unos por voluntad propia, otros por accidentes y otros congelados en las noches de cierzo invernal. Todo ello, claro está, formaba parte de la leyenda negra del cuartel, una leyenda alentada por la veteranía y enriquecida con detalles tales como que en las noches de invierno, se podían oír los gemidos y los quejidos de los soldados caídos que provenían de las edificaciones……

La noche de marras hacia un frio glacial. El cierzo soplaba como si lo empujase el mismísimo demonio, y parecía como si quisiera arrastrar edificios, hombres y maquinas hasta dejar el suelo limpio, como si nunca hubiésemos estado allí. Durante toda la semana, las temperaturas se habían mantenido por debajo de los menos cinco grados, y los canales de los tejados estaban adornados por carámbanos de hielo que colgaban traicioneramente. Durante la primera guardia, de 22 a 0 horas, tuvimos que acostumbrarnos al ruido que los dichosos hielos hacían al estrellarse contra el suelo, debido a su escasa sujeción a las muy dañadas canales que circundaban los tejados de los edificios, y que sonaban como el estallido de una vidriera que hacia que saltásemos como resortes.
Abordamos nuestra segunda guardia a las 4 de la mañana. El cansancio y el estrés de nuestra guardia anterior ya empezaba a hacer mella en nosotros. Para mas inri, el cierzo parecía confabularse para añadir mas adrenalina a nuestro torrente sanguíneo: en su furia, al atravesar las ventanas de las casamatas abandonadas, producía un aullido que te helaba la sangre.
No habían pasado aun 25 minutos del inicio de la guardia, cuando desde la radio escuché la crepitante voz del oficial de guardia:

  • Alfa notifica la ausencia del punto en el acceso a la explanada. Acudan a reforzar y tome el mando. Novedades a la llegada. Corto.
  • A la orden. Corto, respondí mientras se me ponían los escasos pelos de punta en mi cabeza rapada….

Cuando llegamos al acceso a la explanada, encontramos a la patrulla Alfa junto al punto, que estaba sentado en el suelo en pleno ataque de ansiedad, hiperventilando y dando gritos incongruentes. Al preguntar a Alfa, nos informaron que lo habían visto venir corriendo desde el interior de la explanada dando gritos de no se que de los muertos. Después había caído al suelo y desde entonces estaba en ese estado…
Hice ponerlo de pie, y como había visto en muchas películas, le metí un sonoro bofetón. Inmediatamente se hizo el silencio, y el pobre muchacho empezó a sollozar quedamente. Guarecido desde el estrecho murete que daba soporte a la puerta corrediza de la explanada, encendí un cigarro, y tras dar dos caladas se lo metí en la boca al punto. El infortunado soldado, tras un par de profundas bocanadas, pareció tranquilizarse un poco, tras lo cual le pregunte:

  • Venga nene. Cuéntame. ¿Que ha pasado?
  • Hostia, no lo se. No estoy loco, ¿vale?. He visto algo. Alguien.
  • Joder ¿Un intruso? ¿Pero estas loco? ¿Porque no has dado parte? ¿Como se te ocurre entrar solo?
  • ¡Que no, hostia! ¡He visto un muerto!
  • ¿Que dices? ¿Estás fumado o que? ¿Que cojones me estas contando?
  • ¡Que si, hostia! ¡He escuchado voces ahí dentro! Al entrar he escuchado como quejidos, y mientras me acercaba, he visto una sombra blanca que salía de detrás de un Land Rover y volvía a meterse!!

Instintivamente mire hacia la puerta de la explanada. Sobre el muro que me guarecía, una farola iluminaba la entrada de la explanada. En medio del circulo de luz, la patrulla Alfa miraba hacia el interior totalmente expuestos.
El grito salió de mi interior de inmediato:

  • Vosotros, imbeciles. Poneos a cubierto. ¿No habéis escuchado al punto de que hay intrusos? Os van a pegar un tiro, capullos!!

Los dos pringados dieron un salto y se pusieron a cubierto tras el murete que delimitaba el lado izquierdo de la puerta. Mientras, yo notificaba al cuerpo de guardia la presencia de al menos un intruso en la explanada de vehículos y pedia instrucciones.

Bueno. Si os gusta la historia, mañana os pongo la segunda parte. Ya es un pelín tarde y me toca ir a recoger a la heredera de mi sangre. Por cierto, la historia es cierta, aunque me haya tomado alguna libertad literaria, es totalmente cierta…

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Te gusta escribir, eh ?

:+1:t2::+1:t2::+1:t2:

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Estoy ansioso esperando la segunda parte de la historia

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Mañana os la escribo. La fisioterapeuta se ha cebado mucho conmigo esta mañana y me duele sentarme al teclado…

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Chaval creo que has equivocado la profesión lo tuyo es la escritura :clap::clap::clap:

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Muy interesante @elvathck
“Cierzo”… esto suena a cuartel oscense, Jaca, Sabiñánigo, o algo pior.
Esperando impaciente la segunda parte :smiley:

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Pues a mí lo más paranormal que me ocurre es que a veces se me aparecen familiares difuntos en sueños.

Primero los echaba en falta, porque soy incapaz de imaginar imágenes (ceguera mental), y siempre son bienvenidos, pero acojona.

Ala, ya lo he dicho.

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Cierzo sopla igual en Zaragoza, anda que no he visto volar tiendas en San Gregorio :rofl: y no sé si en Teruel también lo nombran así.

El cuartel de la historia apostaría a que es la Base San Jorge, hogar de la no hace mucho desaparecida Brigada de caballería “Castillejos II”.

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Matadero de reclutas,
los que vengan para enero
las van a pasar muy putas.

Lo conozco, ahí me raparon la cabeza :smile:
En Zaragoza cierzo todo el que quieras, pero carámbanos de hielo yo no vi, por eso dije Huesca.

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El viento frio arreciaba, y no daba tregua mientras echaba mano a la radio y reportaba novedades:

  • Aquí beta. Tenemos al punto, y notifica la posible presencia de al menos un intruso en la explanada de vehículos. Solicito instrucciones. Cambio
  • ¿Hay o no hay un intruso? Cambio
  • El punto no es concluyente, esta muy nervioso y no atina a decir nada claro. Cambio.

Después de un silencio que a mi se hizo eterno, recibimos instrucciones del oficial de guardia

  • Que alfa se quede custodiando la entrada junto al punto, y penetren ustedes en la explanada. Deberán avanzar hasta la torre de iluminación situada junto al puesto de vigilancia y activar el alumbrado desde el cuadro que hay en su base. Tras ello inspeccionen la explanada y reporten novedades. Corto.
  • A la orden. Corto.

Eche un vistazo a la explanada. La farola que nos exponía a la vista del posible intruso, proyectaba un pequeño cono de luz sobre nuestra posición, luz que se extinguía rápidamente conforme mirábamos hacia el interior, donde apenas se vislumbraban los primeros “Willys”, y el resto de vehículos permanecían como bultos en la sombras. El pasillo central, avanzaba hacia el final, donde junto al vallado del fondo se erguía el puesto de vigilancia, en desuso, y la torre de alumbrado. Recordaba que los “Land Rover” se estacionaban mas allá de la mitad del recorrido, tras los eternos Pegasos y justo antes de los TOAS para los morteros de 120…
Sentí un escalofrío. No se si por el cierzo cabrón que parecía querer arrancarnos la ropa, o porque de repente fui consciente de la cantidad de sitios donde podia esconderse un intruso. Mientras retiraba la mirada de la explanada para dirigirme a mi compañero de patrulla, me pareció ver un destello anaranjado en el interior de la explanada. Me pare violentamente, pero ya había desparecido. Fue una luz mortecina, leve, como una vela encendida en la distancia que el aire extinguió casi antes de que me pudiese percatar de donde estaba.
En las ultimas semanas, habíamos cambiado el arma de patrulla de las infames Zetas, al mas confiable para mi gusto Cetme de 7.62. Equipábamos dos cargadores de 20 balas en las trinchas, mas otro cargador montado en el arma sin cartucho de fogueo, y sin cartucho en la recamara. Tras ser consciente de que en la explanada había algo, el siguiente acto fue instintivo. Fue algo superior a mi, volvi a asegurarme de que el arma llevaba el seguro puesto y tiré del cerrojo para montar el arma. El latigazo del cerrojo al cerrarse restalló en la noche, sobresaltando a mis compañeros.

  • ¿Que haces? ¿Estás loco?
  • ¿No has oido al teniente? Hay que entrar ahi dentro. ¿Para que cojones crees que llevamos el puto cetme?¿Para pasearlo? Si hay alguien ahi dentro no quiero que me pille en bragas. Tu haz lo que quieras. Pero yo de ti pondría el seguro si no lo llevas y cargaría. Igual luego no tenemos tiempo…

Mi compañero, tras dudar durante unos segundos, hizo lo mismo.

  • Bueno, ya habéis oido las instrucciones. Vosotros os quedáis aquí vigilando la puerta por si alguien quiere acceder al cuartel desde la explanada, mientras nosotros vamos a encender la luz. Si tenemos que retroceder antes de que lleguemos a la torre, os haremos señales con la linterna antes de acercarnos aquí. Serán dos destellos largos, dos cortos y dos largos. Contestad igual para que sepamos que nos habéis visto.

Entramos en la explanada a la carrera, hasta tomar posiciones detrás de los willys que teníamos mas cerca. Los vehículos estaban estacionados en batería, mirando hacia el pasillo central, unos enfrente de otros. Detrás de cada vehículo, había otro estacionado culo con culo. Inmediatamente tomamos la decision de avanzar de uno en uno, cada uno por un lado del pasillo, y parapetándonos en los coches para poder cubrirnos entre nosotros y sin que nos cruzásemos en una posible línea de fuego. A esa distancia, aún podíamos vernos, y comunicarnos por señas sin usar las linternas. Bajé la voz a la radio, y empezamos a avanzar.

Conforme avanzábamos, llegaba hasta nosotros el ruido que hacia el aire al atravesar las ventanas sin cristales del puesto de vigilancia abandonado. Era como un aullido animal, que se te metía en la cabeza y hacia que se crispasen los nervios. Miré hacia el ominoso bulto que presidía el fondo del pasillo. Al volver la vista hacia mi compañero, que se preparaba para avanzar, vi de reojo una sombra blanca que cruzaba el pasillo, y otra mas alta que le seguía, y que desparecían rápidamente entre los vehículos estacionados mas adelante. Le hice una señal a mi compañero para que se parase, mientras controlaba la taquicardia que amenazaba con adueñarse de mi. Respiré profundamente hasta que me di cuenta de que estaba hiperventilando. Mi compañero, que se percato de mi estado vino corriendo a mi lado.

  • Tío, ¿estas bien? ¿Que te pasa? ¿Has visto algo?
  • Joder ¿no lo has visto?. He visto algo, eran dos sombras blancas, una alta y otra mas baja. Han cruzado el pasillo mas adelante. ¿No me digas que no los has visto?
  • Hostia tio, no jodas. ¿Estás Seguro? Yo no he visto nada. ¡Joder!, ¿Pero estas seguro? ¡Te ha metido la paranoia el punto! ¡Pareces un chivo!
  • ¡Hostia! ¡Te digo que lo he visto! ¡Ha sido solo un momento, de reojo. Pero lo he visto! ¡Ahí hay algo! ¡Muerto o vivo pero ahi hay algo o alguien!
  • ¡¡Joder!! ¡Pues vamos a por ellos ya de una puta vez!

Venga, mañana si no me duele mucho, viene el desenlace….

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:flushed: qué sinvivir :grin:

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Vaya intriga, ahora a esperar al próximo capítulo :open_mouth:

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Estoy en un sinvivir, maldita sea :ok_man:

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Mañana os pongo el final. Ahora tengo el hombro demasiado rigido y dolorido para sentarme al teclado del ordenador…
Y desde el móvil tanto texto se hace eterno

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Lo primero es lo primero, porsupu :point_up:
A mejorarse :muscle:

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:saluting_face::saluting_face:🫶🏻🫶🏻🫶🏻🫶🏻🫶🏻🫶🏻🫶🏻🫶🏻

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Mi corazón latía desbocado. A estas horas ya era mas que evidente que no estábamos solos en la explanada. Aunque mi compañero no hubiese visto nada, yo tenia la certeza absoluta de que algo o alguien estaba allí. En mi mente restallaron las palabras del punto, cuando decía que había visto un muerto, e intentaba apartarlas de mi con poco éxito. Aunque soy hombre poco creyente, y me costaba aceptar la naturaleza fantasmal de nuestros “acompañantes”, el aspecto blanquecino de las sombras o “bultos” que había visto pasar, tampoco empujaba a creer que fuesen personas: ¿Quien se vestiría de blanco para penetrar ilegalmente en un cuartel militar por la noche? Ensimismado en mis cavilaciones, olvide por completo a mi compañero de patrulla.

  • Tio. ¿Vamos o nos volvemos y pedimos refuerzos?
  • ¿Volvernos? ¿Refuerzos? Ni de coña. ¿Que quieres, que se burlen de nosotros durante años? Ni en sueños. Vamos a por ellos. O por lo menos encendamos la luz y busquemos a esos cabrones.

Volvimos a separarnos para seguir avanzando cada uno por un lado del pasillo central hasta que llegamos a la altura de los “Pegasos”. En este punto, mi acompañante me hizo una señal para reunirse conmigo y hablar. Me paré y le indiqué que viniese. Me contó su preocupación.

  • Tío, ¿miramos en la caja de los camiones? Igual hay alguien subido, y no me gustaría encontrármelo por detrás.
  • Hostia, si tenemos que ir camión por camión mirando en la caja no llegaremos nunca. Pero la verdad es que a mi tampoco me hace ni puta gracia que alguien se baje de uno y nos meta un susto.
  • Tendríamos que haberle dicho a la otra patrulla que se viniese.
  • Joder, el teniente de guardia ordenó que se quedaran con el punto. Venga tio, vamos a avanzar juntos. Yo voy delante y tu cubres la retaguardia.
  • Venga.

Seguimos con nuestro avance. El viento no daba tregua. Miles de sonidos sospechosos sonaban a nuestro alrededor, provocados por la furia del viento contra las partes no fijadas de los vehículos estacionados. Una lona suelta, una ventanilla mal cerrada, la caja de un camión sin las tapas frontales o traseras. Todo era susceptible de provocar un sonido crispante, que nos sobresaltaba una y otra vez durante el avance. Llegamos al final de los Pegasos, a la zona donde se estacionaban los Land Rover. Estos vehículos estaban dispuestos como los demás, mirando hacia el pasillo, excepto uno. Curiosamente uno de los vehículos estaba estacionado del revés, con la puerta trasera hacia el pasillo. Una nota discordante en el orden de estacionamiento.

Por un momento el aire pareció calmarse brevemente. Iba a proceder al avance, cuando mi compañero me puso la mano en el hombro. Me gire y me hizo una seña de silencio, al tiempo que se llevaba la mano al oido. Agudicé el oido, tratando de captar algo, de averiguar que era lo que había alertado a mi compañero. Pero inmediatamente el aire volvió con toda su furia, y no pude escuchar nada mas que los ruidos mecánicos que ya nos acompañaban un buen rato.

  • ¿Que has oido?
  • Joder. No estoy seguro.
  • Déjate de mierdas. ¿Que has oido?
  • Hostia. Era una risa.
  • ¿Una risa?¿Como que una risa?
  • Si tio. Era una risa aguda. No se. Parecía…
  • ¿Que parecía?.Venga hombre, habla.
  • Joder! No lo se!. Parecía como la risa de una mujer, o de un niño.
  • Hostia puta, esto cada vez es mas raro. Vamos allá

Empezamos a avanzar otra vez. Una sensación ominosa de desastre inminente se adueño de mi animo. ¿Una mujer o un niño? ¿Que cojones podían estar haciendo allí metidos? Era imposible. Mis ojos se posaron nuevamente sobre el vehículo discordante. Llamaba la atención en medio del orden reinante. De repente, una luz mortecina, de color amarillento brilló en su interior durante breves segundos y se extinguió. Me detuve inmediatamente y me giré hacia mi compañero.

  • Están ahí. ¿Lo has visto?
  • Si tio. Están ahí. Hay que acercarse despacio sin hacer ruido y pillarlos.
  • Si. Pero sin locuras. Vamos a ir allí, tu abres y te pones a un lado. Pon el arma en tiro a tiro, y no quites el seguro de cetme si no es para disparar. Y no lo hagas si yo no lo digo. ¿Lo tienes claro?
  • Si tio.
  • ¿Seguro? No hagas tonterías, joder. Y no metas el dedo encima del gatillo si no es necesario. Solo falta que se nos escape un tiro y la liemos.
  • De acuerdo.
  • Venga, vamos allá.

Ahora teníamos un objetivo claro. No sabíamos que o quien era nuestro objetivo, pero lo teníamos localizado. El vehículo estaba en nuestro lado del pasillo. Cruzamos al otro lado para acercarnos desde mas lejos. Un torrente de adrenalina corría por mis venas. En el subidón, el omnipresente frio del cierzo se desvaneció y fue sustituido por el calor de la tensión. Fue como si mi vista se aclarase, y podía apreciar perfectamente el vehículo objetivo.

Avanzamos rápidamente pero sin hacer ruidos hasta situarnos frente a él, al otro lado del pasillo. Verifiqué el estado de mi arma: seguro, posición de tiro a tiro, y preparé la linterna para encarar al interior del vehículo en cuanto mi compañero abriese la puerta. Nos acercamos lentamente al portón trasero del Land Rover. Yo me ubiqué del lado por donde queda la puerta abierta, a una cierta distancia, y me agaché para ser un blanco mas menudo. Era consciente de mi exposición, y de que si desde el interior disparaban contra mi, no tendría apenas tiempo de reacción. Así que sin decir nada a mi compañero, quité el seguro de mi arma y la deje en situación de abrir fuego.
Desde el interior del vehículo llegaban unos sonidos extraños, como quejidos o un llanto sordo. Algo animal, apenas reconocible. Nunca en toda mi vida había estado bajo tanta tensión. Le hice una señal a mi compañero con el pulgar hacia arriba. Y se dirigió hacia el cierre de la puerta.
Cuando recuerdo hoy todo lo que sucedió a continuación, lo veo como si la secuencia de acontecimientos pasara a baja velocidad, en slow motion, como en el cine. Es extraño como cambia la percepción de la realidad cuando nuestro cuerpo combustiona adrenalina en plan salvaje. La puerta se abrió de golpe, empujada por mi compañero y golpeaba con violencia contra la parte opuesta del vehículo. Mientras, yo encendía la linterna y encaraba hacia el interior del vehículo, al tiempo que apuntaba con mi arma y gritaba como un poseso.

  • ¡Al suelo, al suelo, al suelo! ¡O disparo! ¡Voy a disparar cabrones! ¡Al suelo! ¡Yaaaaaaa!

Tarde unos segundos en ser consciente de la escena que se desarrollaba en el interior del vehículo. No abundaré en detalles. Dos hombres jovenes tenían sexo en el puto land rover. En ese momento no reconocí al soldado que ejercía de peluquero en la barbería del escuadrón. De la misma manera, tarde unos segundos en darme cuenta de que mi dedo estaba sobre el gatillo de mi arma. Seguí gritando como un loco mientras mi compañero se unía a mis gritos.

  • ¡Abajoooo! ¡Cabroooneeees! ¡Al suelooo pero yaaaaaa!!!

Tarde unos cuantos segundos mas en retirar el dedo del gatillo. Solo yo se que la vida de esos dos desgraciados estuvo a un latido de acabar mal. Y probablemente la mía también. Como no reaccionaban, mi compañero agarro a uno de ellos y lo sacó violentamente del vehículo, mientras el otro tenia un ataque de histeria y daba gritos en el interior del vehículo. Mientras mi compañero encañonaba al que estaba abajo me acerque al Land Rover. Un desagradable olor humano, mezclado con olor de tabaco salía de su interior. Ahora sabia que eran las luces mortecinas: la llama del puto mechero. Me dirigí a mi compañero

  • Tío tranqui. No hay peligro. Que no se te vaya la chapa. No la lies

Me quedé mirando a los dos infortunados. Hacia un frío que pelaba y estos pavos iban en pelotas. El del suelo ya tiritaba.

  • Venga capullos. Vestiros antes de que pilléis una pulmonía. Voy a dar parte al cuerpo de guardia, y el teniente no tardará en venir aquí. Y recoged las mantas y la mierda que tenéis ahi dentro. Espabilad, que no tenemos toda la noche.

Di parte al cuerpo de guardia sin entrar en demasiados detalles, y nos ordenaron escoltarlos hasta el cuerpo de guardia, mientras alfa proseguía con la patrulla. Nos acercamos a la puerta de la explanada haciendo las señales de rigor. Desde la puerta, alfa nos devolvió las señales acordadas y dimos por terminado el “asalto a la explanada”. Saque el cargador de mi arma, y extraje el cartucho de la recámara para devolverlo al cargador, mientras nos dirigíamos silenciosamente hacia el cuerpo de guardia.

A partir de ahí, todo se desarrolló rápida y discretamente. Los dos jovenes fueron licenciados sin detalles. Y nosotros nos reincorporamos a la rutina castrense. En el tiempo que presté servicio en el cuartel, nunca vi los famosos fantasmas de las “casamatas”. Ni vi tampoco los agujeros de bala que según decían algunos veteranos, decoraban el interior de los dichosos puestos. Ni siquiera la noche que hicimos guardia en el interior de uno de ellos por una activación por alerta general.

Han pasado ya 36 años de todo eso. En mi memoria quedan tres momentos grabados a fuego: el primero de ellos cuando vi pasar las dos sombras blancas cruzando el pasillo entre los vehículos: una baja, seguida de otra mas alta. El segundo de ellos, cuando fui consciente de que tenia el dedo sobre el gatillo, y que me podia haber cargado a esos pobres desgraciados por el estrés y la tensión del momento. El tercer recuerdo…… es el que me hace pensar algunas noches, muy de vez en cuando, sobretodo en las noches en las que el insomnio me impide dormir. Y es que mientras andábamos hacia el cuerpo de guardia, le pregunte a uno de ellos:

  • Tíos, ¿que hacíais paseando medio en pelotas por la explanada? Os ha visto el punto y por eso hemos entrado a buscaros.
  • Que va. ¿Estás loco? Solo hemos salido del coche cuando nos habéis hecho bajar vosotros. Hemos estado toda la noche dentro. ¿Como íbamos a salir con este frio?
  • Venga, que yo os he visto pasar también. Uno bajo y el otro mas alto.

El chaval me miro poniendo cara de “tu vas fumado”. Y solo en ese momento, y mientras un escalofrío recorría mi espalda, fui consciente de que los dos infortunados eran de la misma estatura, y que la figura mas alta que yo había visto, era bastante mas alta que ellos……

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:clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2:

No sé cuánto habrá de real y cuanto de ficción en tu relato, pero te puedo asegurar que me ha encantado.

Enhorabuena

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Caramba, sorprendente e inesperado giro de guión.
Lo tiene todo; trasfondo bélico y ambientación coral, torrídos romances prohibidos, misterios paranormales y unos deliciosos diálogos, onda al más puro estilo Richard Stark en plenitud de facultades.
Me mantuvo en vilo hasta el final.
Lo malo es que ahora, queremos más :sweat_smile:

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